La
disruptiva y arbitraria percepción del carácter efímero de la vida
trasciende todo intento racional de explicación per se. Cuando las
cicatrices de guerra evocan con una negra nostalgia la fuerza del noble
guerrero, la pequeña y desdeñosa humildad de los esclavos descompone los
miedos, de mirarse a uno mismo y no temer el reflejo. El Diablo se ríe
desde su trono de hielo y congela con llamas las dudas del puedo, pues
el tiempo que corre marchita y esconde, el regocijo del rico, la lujuria
del noble, las risas del niño... los llantos del pobre. ¡Viajero
perdido sin gloria ni templo que consumes tu vida presa del tiempo!,
¡escapa deprisa, se acaba tu aliento!
Autor: © Javier Hill Blly
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